viernes, 11 de abril de 2014

MIL SETECIENTOS DIEZ

Quiero pisar la rampa de Santa María. 
Quiero cantar una Salve de madrugada. 
Quiero sentir el olor a clavel, a rosa, a incienso, volver a casa con los pies molidos en esa otra procesión que empieza después que las otras terminen. Familias enteras, parejas, de novios, de hermanos, procesionistas solitarios de camino a sus portales, bordeando sillas, saboreando churros con chocolate, con bolsillos llenos de caramelos y postales. O capuces y varas en mano, frentes marcadas, muñecas entumecidas... 
Quiero el olor a sal que trae el viento en la esquina de Cañón con Ayuntamiento. 
Quiero silencio y bullicio. Aplauso o sentimiento callado y sereno... 
Quiero patronato y yemas en jueves santo. 
Quiero ver caras conocidas a un ritmo de cien por minuto. 
Quiero un mocho morado anudado en mi barbilla, volverme loca buscando guantes blancos y negros... Quiero cantar la plegaria a la Virgen que hoy celebra su santo. 
Quiero Aire, San Miguel, Campos, Mayor, Serreta, Puertas de Murcia, Carmen, Sagasta, Parque... 
Quiero gaviotas reidoras al filo de la mañana después de un encuentro que es uno y es muchos. 
Quiero perseguir con mi objetivo bordados, hachotes, cartelas... 
Quiero sentir el arte en movimiento y sentir que contemplo lo que otros muchos contemplaron. 
Quiero erizarme ante un clamor que une acompasado y como en ola se expande y paraliza el alma de miles de almas apretujadas en una calle...


Pero todo esto lo quiero y lo siento, porque mi corazón, como por arte de magia, ha dado un salto gigantesco para vestirse de cartagenera, de nazareno, de capirote, de portapasos, de dama, de promesa, de espectador... y hasta para formar parte del piquete. 
Que el procesionista nace y se hace. 
Y cambia. 
Y sufre y padece. 
Y encuentra la paz. 
Y resucita.
Y vive, dentro y fuera, de cerca y de lejos. 
Porque estoy aquí, pero estoy allí. 
Así que no os confundáis ni os asustéis si de repente os parece verme en algún rincón. 

Hoy es Viernes de Dolores. 
Ya es Semana Santa en mi tierra. 
Así que ya toca vivirla, en la rampa de Santa María...
... o a 1710km de distancia.

De otras semanas santamente vividas.