No pocas veces se me habrá oído decir que considero una suerte y hasta un privilegio ser la pequeña de cuatro hermanos. A cada uno de ellos les debo tantas, tantísimas cosas... Consciente o inconscientemente he aprendido y he adquirido costumbres que antes fueron suyas. Me han regalado momentos inolvidables de una infancia que volvería a vivir una y mil veces. Y siendo tan diferentes los cuatro, tenemos cosas que se repiten; vínculos irrompibles, conexiones mágicas que hasta en ocasiones parecen más propias de gemelos que de personas que distan varios años entre sí. No sé lo que es tener un hermano o hermana menor pero ellos tres me han regalado otras conexiones muy importantes que ahora tengo con sus hijos, incluso con ese de nombre de apóstol californio que todavía está por llegar y cuya carita estoy deseando conocer.
Agustín, Begoña y Nacho, me enseñaron a leer, a cantar, a dibujar... uf... y hasta inglés y griego o la tabla periódica de elementos antes casi que aprendiera a sumar... Me transmitieron sus filias y sus fobias, compartieron conmigo mañanas y tardes de invierno con el viento crujiendo en las viejas persianas de madera, sesiones de cinexin, baños interminables de mar y sol, lecturas apasionantes, procesiones que siempre eran nuevas aunque se sigan los mismos esquemas y rincones desde donde verlas, risas, llantos, pérdidas dolorosas... Me enseñaron poco a poco a ser quien soy porque sin "ellos" no hay "yo".
En las familias numerosas, esas que ya no abundan, los hermanos tenían que compartir habitación. Así que mi hermana, 9 años mayor que yo, se inventaba mil juegos para ese rato mágico de antes que te entre el sueño: adivinanzas, el "quién es quién cristalero" (que era como el juego "Quién es quién" pero sin tableros, con la luz apagada, e intentando adivinar a base de preguntas qué personaje de la telenovela más cursi de la historia pensaba la otra), canciones en italiano... hasta incluso repasaba las lecciones de filosofía de Alma (la que fue su profesora y más tarde también fue la mía) en voz alta. Y yo, como si de una nana extraña se tratase, me dormía soñando con cosas que no entendía, pero que me ayudarían a entender años más tarde.
De uno de esos momentos nació algo gracioso que creo nunca hemos escrito pero que recordamos perfectamente de memoria las dos: mi hermana Begoña y yo. Un disparate en verso a dúo (un verso tú otro yo...) que además incluye un golpe que se dio y que yo tomé como su turno de verso. Por éste y por todos esos momentos, ¡Gracias Cuco, gracias Tata, gracias Nacho!
UNA NOCHE MUY OSCURA
FUI A CASA DE MI TÍA
Y ME ENCONTRÉ CON EL CURA
QUE DIJO QUE LLOVERÍA
¡QUÉ DAÑO ME HE HECHO EN EL OJO!
FUI A CASA DE MI TÍA
Y ME ENCONTRÉ CON EL CURA
QUE DIJO QUE LLOVERÍA
¡QUÉ DAÑO ME HE HECHO EN EL OJO!
¡PUES CÚRATELO, HIJO MÍO!
¡PERO ES QUE ME DUELE MUCHO!
¡PERO ES QUE ME DUELE MUCHO!
¡PUES CÁMBIALO POR EL MÍO!
EL CURA SE SACÓ EL OJO
Y YO ME MORÍA DE ESPANTO
TAMBIÉN ME PUSE MUY ROJO
AL VER QUE SANGRABA TANTO.
EL CURA SE SACÓ EL OJO
Y YO ME MORÍA DE ESPANTO
TAMBIÉN ME PUSE MUY ROJO
AL VER QUE SANGRABA TANTO.
MI TÍA ME PREGUNTÓ:
¿QUÉ TE HA PASADO, CRIATURA?
PUES QUE ESTE OJO QUE LLEVO...
¡QUE NO ES MÍO
QUE ES DEL CURA!
¿QUÉ TE HA PASADO, CRIATURA?
PUES QUE ESTE OJO QUE LLEVO...
¡QUE NO ES MÍO
QUE ES DEL CURA!
:D
infinitamente feliz de ser "la cuarta parte" de este cuarteto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario