miércoles, 6 de febrero de 2013

SOBRE OPERACIONES MATEMÁTICAS

Hablando en términos matemáticos, si es que la matemática puede aplicarse a estos temas, creo firmemente en el amor como algo que no hace sino multiplicar y que bajo ningún concepto debería empujarte a la división. Y vean que digo "multiplicar" y no "multiplicarse", lo cual es obvio, porque si el amor es puro, verdadero y se cuida con mimo, ni las tormentas que con el paso de los años puedan surgir y de seguro lo harán, ni la rutina del día a día, ni cualquier otro contratiempo, pueden acabar con un sentimiento que se extiende y se transforma, pero nunca deja de crecer hasta abarcar todo tu ser; y que aunque, llegado el momento, puede hacer que te sientas totalmente pleno, todavía tiene la capacidad de seguir aumentando sin desbordarte, sin provocarte hastío o  cansancio.

El amor cree, espera y aguanta... sin límites. Infinito. Y de manera infinita se da, o se debe dar. Sin pensar en que estás restando amor. Nunca se resta amor. Siempre se suma cuando se ama. No se nace con una cantidad limitada de amor a repartir porque el amor no es algo que se pueda repartir. El amor, el cariño, la ternura, el agradecimiento, todos los buenos sentimientos que nacen del amor no se reparten. Se ama y punto. Se muestra el cariño, cada uno a su manera, sin más. Se siente ternura hacia un ser querido sin pensar en que no te va a quedar suficiente para otro día o para otro ser querido. Sin fecha de caducidad. Que no confundamos la ternura con la ternera.

No soy madre. Algún día espero serlo pero de momento soy esposa. Aunque no soy sólo eso. Y espero que comprendáis ahora el por qué de mis palabras, ya que éstas sí son limitadas y no quiero extenderme hasta el infinito e intento condensar en un limitado espacio algo que siento tan ilimitadamente. Soy esposa, sí. Pero no por eso he dejado de ser hija, hermana, tía, sobrina, prima, amiga, vecina... Hay tantas personas a las que amo... Y no siento mi amor repartido; lo siento como un todo, un todo armónico y a la vez desordenado.

Hace unos minutos dormía. Independientemente de la hora a la que lean estas palabras, para mí en el momento de escribirlas son las 4:32 de la madrugada, de una madrugada de febrero canario. Y me desperté inquieta, porque llevo unos días inquieta pensando en el amor. No en el mío, sino en el de otra persona a la que quiero mucho y que piensa que no soy nadie para darle consejos. A mi lado dormía el amor, el amor más grande que nunca he sentido. Y pensé que, desde que él está en mi vida, mi amor no ha hecho sino crecer. Ahora quiero más y a más personas. Él ha enriquecido mis días no sólo con su amor, sino regalándome otra serie de cariños que no sustituyen en absoluto el cariño por los que siempre han formado parte de mi vida. Se suman a ellos. Y me entristece pensar que hay quien prefiere atesorar su cariño por miedo a malgastarlo, por miedo a que un día se acabe. Y me entristece quererle tanto sin que lo sepa, o sin que lo crea. Y me entristece que aparque u olvide o malinterprete esos amores a los que amó y que tanto le aman y necesitan. Pero es más grande el cariño que la pena. Así que seguiremos queriéndote, a ti y a los tuyos, aunque te empeñes en guardar tu cariño como un "tesssoro". Porque el amor es un cofre abierto en una isla repleta de gente. Es una manta de estrellas que abriga los corazones. Es el mar, con sus mareas, con la calma y la tempestad, lleno de peces que alimentan a los hambrientos. Es un reloj de arena al que siempre puedes dar la vuelta. El amor es matemática pero no exactitud, aunque es exactamente lo que siento. El amor es TODO. Y todos, todos aquellos a quienes quiero, siempre van a tener un espacio en mi corazón.


English pigeons, Londres, Septiembre de 2011.
Se puede formar un corazón
 incluso mirando en direcciones opuestas.


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