martes, 20 de noviembre de 2012

AMANECER (y no tiene nada que ver con vampiros)

Hoy me he levantado temprano, como cada día, porque hace ya años que no suelo gandulear entre las sábanas y, aunque no tenga ningún motivo para madrugar e incluso cuando, por una u otra razón, la noche anterior me fui a la cama considerablemente tarde, mi despertador silencioso, algún tipo de resorte que se ha instalado en mi interior, me despierta automáticamente en algún momento entre las 7 y las 8 de la mañana. Y podréis decirme que soy estúpida, que no es necesario madrugar si no tengo nada que hacer, y menos aún en estas semanas de convalecencia en que lo mejor que puedo hacer (y casi lo único) es descansar. Pero me gusta despertar. Me encanta abrir los ojos cada mañana, temprano, y sonreir.
 
Y es que los despertares, mis despertares, vienen siempre acompañados de una amplia sonrisa. Porque aunque hubo algún tiempo en que me ocurría todo lo contrario y ese trance del sueño a la realidad era como recibir mil saetas envenenadas por todo el largo y ancho de mi alma, y me acordaba de mi amigo Calderón, cuyo personaje archiconocido encarné alguna vez en un querido escenario que ya no existe, es bien cierto que siempre me gustaron las mañanas, los amaneceres, y que hace unos años que tengo una razón, la razón, mi razón, para vanagloriarme de que el mundo real es muchísimo más bonito que el de los sueños. Y oiga, eso no todo el mundo lo puede decir. O no se atreve. Porque se nos ha olvidado recordar que hay cosas buenas. Porque se nos está olvidando agradecer lo que tenemos y disfrutarlo. Últimamente todo es negativo o quizá pareciera que nos hemos hecho con un filtro invisible que sólo selecciona malas noticias. Yo te tengo a ti, o me tienes tú, o nos tenemos el uno al otro, y eso me basta para sonreirle a la mañana. Pero cuando aún no éramos "nosotros" y exceptuando esos días oscuros que no olvido ni deshecho porque forman parte de mi lección de vida, ...también sonreía.
 
Ayer sin ir más lejos en el tiempo, lo hablaba con alguien a quien quiero mucho y que es un referente para mí en muchos aspectos. Sí. Seremos raras... pero no nos cuesta despertar con una sonrisa. Y tampoco nos cuesta seguir sonriendo el resto del día.
 
En mi larga época universitaria hubo años en los que amanecía durante el trayecto diario entre Cartagena y Murcia. Sé que algunos me miraban como a una desquiciada. El mal humor imperaba en aquellos madrugones. Yo solía contemplar el paisaje, que nunca me aburría y nunca me parecía el mismo. Y no podía evitar componer un gesto de alegría, de admiración, de entusiasmo. Me entusiasman las cosas. Y no me avergüenzo de ello. ¿Por qué iba a hacerlo? Me entusiasma el frío y la humedad de las frías mañanas, el color que tienen las ciudades cuando el sol está aún bostezando. Me emociono en los museos, me sobrecoge el legado de los grandes genios del pasado, me toca la fibra sensible pasear por calles de ciudades desconocidas y sin embargo tan leídas y añoradas por mí sin haber sido pisadas antes... Lloro entre las páginas de los libros y hasta he sentido palpitaciones contemplando escenas aparentemente cotidianas, simples, rutinarias, porque me embarga la belleza de lo que perciben mis sentidos y me gusta ver lo extraordinario en las cosas ordinarias. 
 
Me gusta buscar y encontrar (ambos conceptos son importantes y no siempre van de la mano, porque a veces el mero hecho de buscar es alentador y en otras, encuentras sin necesidad de buscar) lo bueno de cada día. Me gusta ir a contracorriente y cuando todos se lamentan por el estado de las cosas, yo quiero ver un atisbo de esperanza y sobretodo creo que es absolutamente necesario sentir que las cosas pueden cambiar, que los milagros SÍ existen. Y que somos nosotros los artífices, de lo bueno y de lo malo.
 
Hay un dicho viejo, una frase que seguramente hemos oído mil veces, en distintas versiones y formas, pero que nunca deberíamos olvidar: "No puedo cambiar el mundo pero puedo cambiar el mundo en mí". Y quizá lo primero que deberíamos hacer es tirar a la basura ese filtro invisible que sólo nos permite ver lo malo y lo decadente. Hay que contemplarlo todo y quedarse con lo bueno. Y de lo malo... aprender, luchar, borrar o transformar. Eso es lo que quiere decir "cambiar el mundo en mí". Si no somos capaces de ver lo bonito de este mundo y todavía peor, si no somos capaces de imaginar un mundo mejor, nunca podremos lograr que ese sueño se haga realidad... porque, con permiso de Calderón os diré... que la vida siempre es sueño y los sueños.... "vida" son.
La belleza tranquila fotografiada por un ser bello y tranquilo que me recordó cómo buscar todo lo bueno que hay dentro y fuera de mí. Gracias, J, por cada segundo con o sin ti, with or without you.

lunes, 6 de agosto de 2012

La cuarta parte

No pocas veces se me habrá oído decir que considero una suerte y hasta un privilegio ser la pequeña de cuatro hermanos. A cada uno de ellos les debo tantas, tantísimas cosas... Consciente o inconscientemente he aprendido y he adquirido costumbres que antes fueron suyas. Me han regalado momentos inolvidables de una infancia que volvería a vivir una y mil veces. Y siendo tan diferentes los cuatro, tenemos cosas que se repiten; vínculos irrompibles, conexiones mágicas que hasta en ocasiones  parecen más propias de gemelos que de personas que distan varios años entre sí. No sé lo que es tener un hermano o hermana menor pero ellos tres me han regalado otras conexiones muy importantes que ahora tengo con sus hijos, incluso con ese de nombre de apóstol californio que todavía está por llegar y cuya carita estoy deseando conocer.

Agustín, Begoña y Nacho, me enseñaron a leer, a cantar, a dibujar... uf... y hasta inglés y griego o la tabla periódica de elementos antes casi que aprendiera a sumar... Me transmitieron sus filias y sus fobias, compartieron conmigo mañanas y tardes de invierno con el viento crujiendo en las viejas persianas de madera, sesiones de cinexin, baños interminables de mar y sol, lecturas apasionantes, procesiones que siempre eran nuevas aunque se sigan los mismos esquemas y rincones desde donde verlas, risas, llantos, pérdidas dolorosas... Me enseñaron poco a poco a ser quien soy porque  sin "ellos" no hay "yo".

En las familias numerosas, esas que ya no abundan, los hermanos tenían que compartir habitación. Así que mi hermana, 9 años mayor que yo, se inventaba mil juegos para ese rato mágico de antes que te entre el sueño: adivinanzas, el "quién es quién cristalero" (que era como el juego "Quién es quién" pero sin tableros, con la luz apagada, e intentando adivinar a base de preguntas qué personaje de la telenovela más cursi de la historia pensaba la otra), canciones en italiano... hasta incluso repasaba las lecciones de filosofía de Alma (la que fue su profesora y más tarde también fue la mía) en voz alta. Y yo, como si de una nana extraña se tratase, me dormía soñando con cosas que no entendía, pero que me ayudarían a entender años más tarde.

De uno de esos momentos nació algo gracioso que creo nunca hemos escrito pero que recordamos perfectamente de memoria las dos: mi hermana Begoña y yo. Un disparate en verso a dúo (un verso tú otro yo...) que además incluye un golpe que se dio y que yo tomé como su turno de verso. Por éste y por todos esos momentos, ¡Gracias Cuco, gracias Tata, gracias Nacho!


UNA NOCHE MUY OSCURA
FUI A CASA DE MI TÍA
Y ME ENCONTRÉ CON EL CURA
QUE DIJO QUE LLOVERÍA
¡QUÉ DAÑO ME HE HECHO EN EL OJO!
¡PUES CÚRATELO, HIJO MÍO!
¡PERO ES QUE ME DUELE MUCHO!
¡PUES CÁMBIALO POR EL MÍO!

EL CURA SE SACÓ EL OJO
Y YO ME MORÍA DE ESPANTO
TAMBIÉN ME PUSE MUY ROJO
AL VER QUE SANGRABA TANTO.
MI TÍA ME PREGUNTÓ:
¿QUÉ TE HA PASADO, CRIATURA?
PUES QUE ESTE OJO QUE LLEVO...

¡QUE NO ES MÍO
QUE ES DEL CURA!


:D




infinitamente feliz de ser "la cuarta parte" de este cuarteto.

viernes, 20 de julio de 2012

DE TI

De ti tengo... imágenes difusas,
pero tantas...
Tengo un sin fin de despertares
de miradas cruzadas en pasillos humeantes.
Tengo de ti una foto en blanco y negro
y otras tantas, neuronales, que se mueven.
Fotogramas mentales de gestos y de sonrisas,
de bostezos, de tardes de hastío
y mañanas interminables.
De ti... de ti tengo... la silueta de tu rostro
dibujada con mis dedos en el aire.
Tengo "tics" que me hacen volver la mirada,
caprichosa,
hasta encontrarte.
De ti tengo dudas, rabia, celos, deseo...
Ansiedad por observarte de nuevo,
ante mí,
y repasar el boceto de tu imagen con mis dedos...
estudiándote...
Tengo un reencuentro casual.
Tengo el azar
y una nave a la deriva
esperando en altamar.
Tengo de ti tu voz sonando de lejos.
Tengo tu aliento cercándome en sueños.
Tengo la paz de saber que el olvido
llegará tarde o temprano para alejarte
y volverás a ser sólo un recuerdo.
De ti tengo...
de ti tengo...
cientos...
¡Miles! de "Hasta luegos"...



Foto: by me, como siempre. Un "Hasta luego" en Torrevieja, no recuerdo exactamente qué verano.

lunes, 28 de mayo de 2012

QUÉ COSAS PASAN A VECES...

Cansancio es la sensación de que te fallan las fuerzas. Es abrir los ojos por la mañana y desear seguir durmiendo pues te cuesta mucho afrontar un nuevo día encerrada en esta etapa de aburrimiento y malestar. Es estar esperando una solución que se hace de esperar, que no llega, que no tiene fecha aún...

Cansancio es querer correr, saltar o por el contrario respirar tranquilamente y abandonarse al sueño sin preocupaciones. Es no poder recordar la última vez que pudiste sentarte sin cuidado, la última vez que te daba igual lo que estabas comiendo porque no te importaba si ibas a tardar más o menos en digerirlo.

Cansancio es no saber cuando vas a poder darte un baño relajante en el mar, pelear con las olas y tumbarte a secarte al sol, feliz y sonriente. Es la incertidumbre de si hoy vas a llorar o vas a tener un buen día, un buen día relativo que es "bueno" porque no acabarás llorando, como la mayoría de días. Es el dolor a pesar del optimismo; es la desesperación de llevar tanto tiempo soportando esa desesperación, ese dolor y ese optimismo un tanto a la fuerza.

Pero el cansancio tiene que tener su recompensa, empezando por aprender de ese cansancio y terminando con la esperanza de saber que el descanso, ese descanso merecido, llegará tarde o temprano. Y será un descanso disfrutado, vivido segundo a segundo; será un descanso maravilloso en el que no haré otra cosa que generar cansancio distinto al de ahora.

Qué ganas de estar cansada de cosas bellas... qué ganas de descansar de esta fealdad inoportuna y rebelde que apareció sin avisar y sin ser avisada... Qué cansancio tan cansado este... qué cosas pasan a veces...


Foto: Escaleras en camino de La Zenia a Cabo Roig.
A veces las soluciones vienen rápidamente como en rápidos ascensores.
Otras veces se nos presentan como largas escaleras que es mejor subir poco a poco.

martes, 24 de abril de 2012

UNA CARTA DE AMOR

No recuerdo cuándo fue la primera vez que te vi, pero si tantas segundas y terceras... Siempre tuve la certeza, desde muy niña, de que nuestros destinos (el tuyo de reina, el mío quién sabe) no estaban unidos; de que no estaría siempre a tu lado, porque quería experimentar lo que vivían aquellos cuyas miradas te volvían a contemplar tras regresar intermitentes a perderse dentro de ti buscando recuerdos de niñez y adolescencia...

No recuerdo cuándo fue la primera vez que te dije adiós, pero sí las últimas veces, despidiéndome poco a poco para sentir menos dolorosa tu ausencia, que sabía sería larga a partir de entonces.

Pasaste de ser el mundo a venirme pequeña después y ahora eres el mundo de nuevo, el mundo que yo conozco y añoro y al que volveré como una más de esos intermitentes que te miran como yo miraba que miraban ellos.

 Y me gusta mirarte así porque tú te lo mereces. Porque a pesar de lo que digan algunos eres única, como lo es cada patria para el exiliado, pero tú... tú más. Me gusta mirarte, si. Y me gusta hacerlo a través de mis ojos y a través de las palabras de los que te miraron mucho antes que yo.

Siempre me gustó imaginar historias y episodios de antaño, entrecerrando los ojos por tus rincones, buscando huellas de otros tiempos, con otros personajes pero el mismo aroma impregnando el aire, la misma luz cambiante con el paso de las estaciones... No sé si me recuerdas en silencio con un cuaderno en blanco en las manos, garabateando sueños apoyada en un noray, bañada por el mismo sol que reflejaban tus aguas. Pero yo sí recuerdo esos días y me hace feliz tener todas esas imágenes en mi mente, grabadas como las piedras que amparas bajo tus brazos desde hace siglos y milenios.

No podía ser de otra manera. Tenía que estar lejos de ti para poder amarte así como te amo pues a tu lado la rutina era la del "cariño, te tengo muy vista" y no la del "amor a primera vista" y además en la distancia actúan los filtros necesarios para que nos quedemos tan sólo con lo bueno, que en tu caso es abundante pero se difumina en la rutina del que te vive día a día.

Ignoro si notas que no estoy o si echas de menos mi presencia a tu alrededor. Pero si en algún momento lo hicieras, no tienes de qué preocuparte, ya que pienso volver muchas veces. Y de nuevo nos encontraremos en viejos y nuevos rincones y volveremos a escribir en aquel viejo cuaderno en blanco, juntas. Y te enseñaré otras cosas que escribí y viví (que es lo mismo para mí) en otros lugares. No te pongas celosa. No tienes por qué hacerlo. Pues el día que tenga que cerrar los ojos para no volver a abrirlos, me quedaré contigo para siempre, en tus brazos, dormida y callada pero feliz de haber nacido en tu seno.



Noray en el puerto. Cartagena, enero de 2007

viernes, 6 de abril de 2012

UNA SEMANA SANTA DIFERENTE

      Cartagena y Semana Santa son términos inseparables. Todo Cartagenero, en mayor o menor medida, tiene dentro de si mismo un alma procesionista. A veces se nos olvida que el que viene de fuera y no ha nacido en nuestra histórica cuna no puede entenderlo de la misma forma que nosotros. O quizá puede que lo entienda pero no puede "sentirlo" de la misma forma que nosotros lo sentimos.

       Así, cada primavera y con la llegada de la Semana Santa, miles de cartageneros errantes regresan a Cartagena para volver a patear sus calles atestadas de caras conocidas, a disfrutar no sólo de las procesiones sino de ese ambiente procesionista y "semanasantero" que se puede oler, palpar, oir, contemplar y hasta degustar en cada rincón de la ciudad. Porque el cartagenero que se ha ido lejos (y ahora lo vivo en primera persona) siente la inmensa necesidad de volver cuando es época de tambores, cuando el viento mece las capas de los capirotes y los balcones se visten de morado, rojo, blanco y negro.

       Aquí no hay banderas en los balcones y la gente ha emigrado al sur de la isla en busca de sol y de playa. La ciudad es preciosa y acogedora... pero me falta ese olor a Levante y el lejano sonido del pasacalles. Aquí nadie lucía esta mañana esa cara de sueño después de trasnochar para salir al encuentro de "la Pequeñica" y "el Nazareno" y no se escucha el eco de la Salve que los cartageneros aprendemos antes incluso de aprender a caminar.

       Cierro los ojos.

       Una niña va de la mano de su padre y cada paso que da éste son tres de la pequeña. Se sientan en sendas sillas de tijera  en la esquina de la calle del Parque, sillas que se suceden a lo largo del recorrido que antaño a la inversa tuviera la procesión del domingo de Ramos. Y la niña rie por dentro cuando el cobrador de las sillas pasa de largo. Porque ese año parece que verán la procesión sentados y sin pagar... Por allí viene una marea de hebreos con sus palmas y sus olivos mientras la niña se pregunta por qué el humo del tabaco que fuma su padre siempre va en dirección a ella y no parece obedecer al viento que vuelve a soplar como cada año (no en vano su madre lo llama "viento de Semana Santa") Y su padre le dice que abra la boca y que no se tape los oidos  cuando los tambores se paran delante de ellos, con la piel ajada y pareciera que a punto de romperse con cada golpe. Años más tarde será ella la que de ese mismo consejo a los que la sucedan como "el pequeño de la familia".

       Ahora es lunes. Y dos adolescentes callejean para seguir a "La Caridad Chica" por las calles de Cartagena. Llegan a tiempo para poder cantar la Salve junto a la puerta de un templo que hoy es basílica. Una es morena de piel y tiene el pelo rizado. La otra, melena lisa recogida en una cola y la piel blanca aunque ambas llevan una bufanda morada e insignias en la solapa de sus abrigos, pero sobretodo lucen el mismo brillo en los ojos. El brillo del que ve por primera vez lo que ha visto tantas veces...

       Martes Santo en el arsenal. Los mismos ojos contemplan desde la cubierta de un barco a San Pedro salir de su almacén. Y nos zambullimos en el mar para volver a emerger en el puerto y vamos corriendo hacia la plaza del Ayuntamiento. Ya es miércoles pero años atrás, y es otra vez aquella  niña pequeña la que observa desde los hombros ahora de su hermano mayor y a ratos de un amigo de éste "El lavatorio de Pilatos".

      Jueves. El silencio se rompe cuando del callejón de Bretau surge un "ejército" de granaderos marrajos. Pero la niña duerme en su casa y es despertada por su hermano poco después, de madrugada. Ambos se dirigen, cruz, mocho y bolsa de caramelos en mano, hacia calles que apenas ven el resto del año, haciendo un alto para tomar un vaso de leche en un bar (invita la casa, que esta noche inauguramos)...

       Viernes... ese viernes santo que pasa rápido y que es sólo noche. Calle del Carmen, en familia. Aquí viene el Cristo de la Agonía que es la fé de mis mayores...

      Sábado santo. Rampa de Santa María. Una penitente de 16 años, hachote de vela en mano. Es la primera vez que procesiona con capuz y sin problemas. No tendrá tanta suerte el año siguiente...

      Y así sin darnos cuenta llegó el domingo y luce un magnífico sol. Y el "Amor hermoso" escucha bajo palio (para resguardarla de la luz abrasadora) a su pueblo cantando la salve mientras unas palomas huyen al escuchar los cohetes que indican que se ha terminado la Semana Santa. Y los que somos procesionistas de verdad le damos a ese botón que llevamos dentro, el de la cuenta atrás que nos dice los minutos que quedan hasta el próximo año... hasta la próxima semana de Pasión....

      Recuerdos... tengo millones de recuerdos... Y espero seguir atesorando otros tantos en años venideros, cuando pueda por fin sumarme a ese grupo de cartageneros que vuelven a Cartagena para vivir una semana entera en sus calles.

       Y es que la Semana Santa de Cartagena se vive así, en los rincones de la ciudad. He visto ministros sentados en escalones, escritores debatiendo en terrazas con el vendedor de cupones y a futbolistas que cambian el balón por la vara de un trono. Así son los cartageneros. Así es nuestra semana Santa. Y así la vivo yo en la distancia, pero más cerca de lo que pensaba. Porque aunque más de 1700 km me separan de ella, no tengo más que cerrar los ojos para recordar y para imaginar lo que allí sucede, lo que se oye, se ve, se palpa y se degusta.

       Lo que se siente.


(Cristo de la Agonía y Virgen de la Amargura, viernes santo de 2007
en la Iglesia de Santa María de Gracia)

jueves, 29 de marzo de 2012

PROHIBIDO PROHIBIR

No lo entiendo. Por muchas vueltas que le de en mi cabeza, sigo sin entenderlo. ¿No dicen que la huelga es un "derecho"? Entonces ¿Por qué esas barricadas, los piquetes informativos, los contenedores quemados, las agresiones a los ciudadanos de a pie? ¿Por qué quiero sacar dinero del cajero y me lo encuentro empapelado? ¿Por qué el pobre peluquero de la esquina se ha encontrado esta mañana el candado de su comercio inutilizado?

Yo también tengo mi derecho, ¿no es cierto? Y tengo derecho a poder caminar sin que se me increpe "¿A dónde vas?" Tengo derecho a coger un taxi o un autobús para desplazarme donde me plazca. Porque entiendo que taxistas y conductores de autobuses quieran adherirse a su derecho a huelga. Lo que no entiendo es por qué muchos otros taxistas y conductores (por citar sólo dos ejemplos) no han acudido a su trabajo por miedo a sufrir daños materiales o personales de diversa consideración...

Si se respetara el derecho a NO hacer huelga, se podría hablar entonces de cifras reales, del número de personas que verdaderamente han ejercido su derecho (de lo más respetable) de hacer huelga hoy. ¿Cuánto nos costará esta huelga? ¿Cuánto habrá que invertir para sustituir todo ese mobiliario urbano estropeado? ¿Cuántos pequeños comerciantes y negocios familiares NECESITAN, así, con mayúsculas, el dinero que han dejado de percibir hoy por verse obligados a cerrar, temerosos de sufrir peores consecuencias?

Sinceramente, no lo entiendo. Y me da pena, mucha pena, darme cuenta de que aunque sean pocos, todavía queda gente anclada en el siglo XIX, o peor aún, gente que sigue viviendo en las cavernas. Y que conste que no me refiero a los huelguistas, sino a aquellos que aprovechan las huelgas para practicar vandalismo, para insultar y dejar salir todo lo malo que llevan dentro. Una pena.



(Foto: Bloomsbury, Londres, septiembre de 2011)

miércoles, 21 de marzo de 2012

LA PRIMAVERA Y EL MONSTRUO DEL LAGO "ILLNESS"



La primavera ha venido. Pero yo sí sé "cómo ha sido": Como cada año.

 Los cambios estacionales suelen ser difíciles y a menudo necesitamos un periodo de adaptación que unas veces suele ser más largo que otras. Hay quien no soporta esas etapas intermedias y lo pasa realmente mal. A mí, sin embargo, me encantan los cambios y las transiciones. De hecho, los necesito. Aunque vengan acompañados de "problemillas" y dolores; de esos "monstruos" contra los que debemos luchar hasta la extenuación.

Dicen que la primavera "la sangre altera" y no siempre para bien. Por suerte, somos más fuertes de lo que pensamos aunque se nos olvida o no lo sabemos y nos gusta quejarnos, llorar un poco y que nos mimen. Así es el ser humano.

Lo malo es cuando no hemos tenido o no tenemos o incluso tenemos la sensación (equivocada) de que no tenemos a alguien que nos cuide. Pero ¿y nosotros mismos? Si no sabemos sacar la fuerza que todos tenemos en nuestro interior para luchar por nosotros ¿cómo podemos sentarnos a esperar que la solución esté en los demás?

Primero empieza por adoptar una actitud positiva y deja que te cuiden pero cuídate tú primero y lucha ¡No dejes de luchar! Porque todos podemos ser héroes (Bowie dixit) y la sonrisa es nuestra mejor espada y nuestro mejor escudo.

Tengo en mi mente a unos cuantos que necesitan una bonita sonrisa en este inicio primaveral. Estas líneas van dirigidas a todos ellos. Ánimo, y que la sangre se altere... pero siempre sonriendo. La felicidad empieza cuando aprendemos a reírnos de nosotros mismos. Ríe y sé feliz.. aunque vislumbres entre las aguas la silueta del monstruo del lago "ILLNESS".

:D

Flor de almendro (campo de Cartagena)

lunes, 12 de marzo de 2012

ME GUSTARÍA QUE LA VIDA OLIESE A CAFÉ


Mamá, ¡cuánto te echo de menos! Hace un rato recordaba aquella frase que tanto os hizo reír a Abueli y a ti, cuando una tarde (podría ser Noviembre, a principios de los 80) entrasteis en la cocina y me pillasteis con la nariz metida en el tarro de café molido que suele haber en el armario.

-"¡Mmmmmmmmm! Me gustaría que la vida oliese a café... "

Y es que me encanta el olor del café antes de prepararlo. Es uno de mis aromas preferidos a pesar de no gustarme el café en sí.

Suelo presumir de memoria fotográfica pero a menudo olvido las cosas más importantes y sin embargo recuerdo aquellas otras a las que yo doy mayor importancia:

Las nimiedades, las imágenes cotidianas... esas escenas que suelen eliminar de los largometrajes para incluirlas más tarde en el dvd "edición coleccionista".

Por eso aquella "ocurrencia infantil" aún perdura en mi mente y en mi recuerdo y ahora soy yo la que río pensando en esa otra "yo" del pasado diciendo... aquella tontería.

Tontería o no... no parece una mala idea. La vida debería tener un olor que cautivara, un bonito aroma, como el de café recién molido o el de la tierra después de la lluvia, el de la higuera rebosante de frutos o las tímidas violetas que ahora están sobre mi mesa...

¿A qué os gustaría que oliese vuestra vida?

viernes, 9 de marzo de 2012

AZUL


Y mientras espero la inspiración, os dejo uno de los últimos poemas que escribí, hace años.




No es azul mi mar de dudas
ni el cielo en que tú resides.
Ni los ríos que en tus venas
fluyen raudos y salvajes.
No hay azul en tu mirar
ni en mis ojos al mirarte.
Y sin embargo, de azul,
vestí el alma al recibirte.
Azul, que tiñe de azul
mi eterno azul, el de siempre.
Ni añil, celeste o turquesa.
De entre todos los azul...
el azul que me interesa,
mi azul nuevo...
... es "azul TÚ"

(El mágico azul mediterráneo, entre La Zenia y Cala Capitán, en octubre de 2010)

miércoles, 7 de marzo de 2012

Solía escribir...

Solía escribir. Cartas. Cientos de ellas. Mi buzón estaba siempre lleno de trocitos de corazón de diversas procedencias. Las palabras eran amigas y las amigas eran palabras. Solía escribir consejos, dudas, ilusiones, sueños, bagatelas, verdades eternas...

Solía escribir. Diarios. Caligrafía cambiante de niña, de adolescente, de mujer atormentada, de ave fénix renovada. Cuadernos y más cuadernos, últimamente incompletos. Biografías de años pasados, de amores ya olvidados... escalones superados.

Solía escribir. Cuentos. Novelas inconclusas, cuya banda sonora eran las teclas de esa olivetti gris oxidada que un día llegó de la oficina de mi padre a casa.

Solía escribir. Poemas. Pedazos del alma en carne viva, orgullo de mis entrañas. Mis días rimaban formando sonetos que me desvelaban y me arrancaban sonrisas entre lágrimas como las de una madre que observa a su pequeño recién nacido. Las musas me visitaban sin avisar, en mitad de una tediosa lección en junio, con una tormenta otoñal, después de una lectura apasionante o en un trayecto de tren hacia ninguna parte.

Solía escribir. Canciones. Ñoñerías a duo con amigas de ayer y de siempre. Y otras modestamente mejores, que mi guitarra solía chivarme en los oídos.

Pero desde que soy tan feliz, me cuesta escribir. Y quiero. Quiero escribir cartas, diarios, cuentos, novelas, poemas y canciones. Porque la pluma, el lápiz, el bolígrafo, mi vieja olivetti o esta versión más nueva de ahora bajo mis dedos, son el mejor complemento de mi vestido. Porque mi estampado siempre de moda es el de las palabras, frases, versos, párrafos... Porque "solía escribir" y necesito hacerlo de nuevo.



(Fragmento de "El árbol mágico", uno de mis cuentos de niña que aún conservo)